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Regalo un día de turismo en deportes extremos escalada Ciudad Real . to del tedio la rica y tediosa mediocridad en que Ana había vivido desde la separación de su padre. En las, más que largas, interminables veladas en casa de la abuela, sentada junto a ella en esta misma rotonda en que ahora se encontraba y en donde transcurrieron tantas horas de su infancia, Ana María, ya mujer, volvió a sentir, con presión intolerable, como cuando era niña, las garras de la sol
Regalo un día de excursión enRealizar deportes extremos barranco acuatico Barcelona . diaba. ¿No habrías sentido lo mismo? Cuándo concebiste el plan? ¿Cuando te enteraste de la herencia escocesa? No, te equivocas. Ya es suficiente, Ian. Aún tengo sentimientos y supongo que prefieres morir primero. Lo siento de verdad, primo, tengo que darte mi último adiós. No! exclamó Brandy, levantando el pesado bieldo y blandiéndolo contra Giles con todas sus fuerzas. Giles se volvió y derri
Regalo un día de cursos de deportes extremos montaña Huelva . el espacio remoto. Como el mismo Hollis. Miró hacia abajo. Él, y sólo él, volvía solitario a la Tierra. —Adiós. —Tómatelo con calma. —Adiós, Hollis —dijo Applegate. Adioses innumerables, despedidas breves. El gran cerebro, extraviado, se desintegraba. Los componentes de aquel cerebro, que habían trabajado con eficiencia y perfección dentro de la caja craneal de la nave espacial, cuando ésta a
Regalo un día de deportes extremos escalada Ciudad Real . ra restar importancia a aquel Festival de la Juventud y los Estudiantes que tuviera lugar en 1973 en Berlín. Afirman que el Festival no fue sino un acto propagandístico de la dirigencia comunista. Un hecho efímero y sin trascendencia. Sin embargo, la presencia de millares de jóvenes venidos de todo el mundo fue una realidad. También lo fue el diálogo franco que sostuvieron entre ellos. Y nosotros,
Regalo un día de Realizar deportes extremos barranco acuatico Barcelona . ar una nueva vida. Pero no habría forma de olvidar a Simón. Estaba tan segura de eso como de que el sol saldría. —¡Amor mío! —Simón la atrajo hacia sí estrechándola con tanta tuerza que Kirsten no pudo respirar bien—. ¿No sabes que la razón por la cual necesito tenerte es que eres la otra mitad de mi ser? Kirsten sintió que se desvanecía cuando él la levantó y la llevó hacia el dormitorio. La depo
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