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Regalo un día de practicar deporte de extremo espeleologia Teruel . s absolutamente normales (o casi) paralizados de cintura para abajo; bueno, todos los museos y galerías de la ciudad tenían rampas para las sillas de ruedas y había autobuses especiales incluso. Tras este comentario, Lydia sonreía valerosa e, inevitablemente, rompía a llorar como una Magdalena. Morris durmió una siesta agradable. Cuando despertó, eran las cinco y media de la tarde. Su compañero de
Regalo un día de clases deporte de extremo buceo Burgos . sto insípido. Ni estaba acariciándole el hombro, ni la miraba con esa expresión hipnótica esbozada en el cuadernito que llevaba en el bolsillo de atrás. De hecho, ni siquiera estaba mirándola. —Pensaba que quizá te gustaría . —dije—. No pretendo . Su autobús apareció por la esquina. Me quedé donde estaba, mientras Rachel adelantaba con el resto de la cola. Todo había fallado. Mi decepción y fati
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