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Regalo un día de excursión enequipaje deportes aventuras capeas Leon . obra sospechosa. En la bocamina de La Hilacha, los policías se turnaban cada cuatro horas. La voz del Manchado Urrutia tajeaba a trechos el ambiente. Edward Russell no salía casi de la oficina. Esperaba, esperaba, sin atreverse a pensar que sucedería lo peor. Por la ventana emergían regularmente las bocanadas de su pipa. En una ocasión, al desviar su mirada hacia la puerta, divisó la silueta del
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Regalo un día de equipaje deportes aventuras capeas Leon . usionado. No lo vi allí. –¿Me hubieran dejado entrar? A mi edad, uno no puede siquiera disfrazarse de encuestador turístico suizo. No. Admiré su actuación con esos cinco salvajes. Me limité, entonces, a esperar. No iría a pasarse toda la noche en Big deal ¡Vaya nombre zafio, realmente! –¿Cómo sabía que no? ¿y si hubiese encontrado huellas de Wyckeham? –Se habría retirado aún más pronto. –¿Y ahor
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