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Regalo un díaa de ocio en . iempo para pensar una historia. Quizá nadie tendría por qué llegar a enterarse jamás de aquello. El sargento se levantó. —Pero no olvides este consejo: mantente alejado de la bebida. —Lo haré —dijo Harald fervientemente. Si conseguía salir de aquel lío, nunca volvería a probar el alcohol. El sargento abrió la puerta, y entonces Harald se llevó una terrible sorpresa. Esperando fuera estaba Pet

Regalo un día de turismo en packs de deportes extremos escalada Teruel . hijo, a aquéllos que un día serían sus inflexibles valedores, devolviéndole el prestigio y el poder que le correspondían y que la arrogancia de Filipo le arrebataba día tras día. Aunque las prácticas religiosas oficiales eran una obligación, carecían para ella evidentemente de sentido. Estaba convencida de que los dioses del Olimpo, si es que existían, no debían de tener el menor interés por las c

Regalo un día de excursión encurso de deportes extremos barranco acuatico Burgos . cado repiqueteo de la lluvia como música de fondo, Chance hizo el amor con ella lentamente. La acarició como si tuviera todos los minutos del día, todas las horas del año, hasta dejarla jadeante y entregada a él en una dulce rendición. Hasta entonces, siempre se separaban en cuanto acababan de hacer el amor, como si necesitaran poner cierta distancia física entre ellos para poder mantener la dis

Regalo un día de . do mucho en que la mujer vea a Timmie. Y ya que hemos llegado tan lejos . No queremos ofenderle, ¿entiende? Ya estaba suplicando otra vez. El tal Mannheim le tenía aterrorizado. ¿Era aquél el enérgico e indomable doctor Gerald Hoskins que había conocido en otro tiempo? —¿Quién es la otra persona? —preguntó al cabo de un momento—. ¿Quién es la invitada inesperada? —Una de sus ayudantes, asesora de

Regalo un día de packs de deportes extremos escalada Teruel . e desagradó. Más bien me agradó su tacto suave y fuerte. Me sentí mórbidamente fascinada por el extraño poder que ejercía sobre mi, y me horrorizaba comprobar que ansiaba sentarme indefinidamente con él en ese banco. mi mano unida a la suya. Continuó hablando, yo pendiente de cada una de sus palabras. pero al mismo tiempo perversamente intrigada respecto de cuándo me iba a tocar las piernas. Sabí

Regalo un día de curso de deportes extremos barranco acuatico Burgos . concernientes a la Iglesia, noticias muy confidenciales y preocupantes. El patriarca dobló la carta y miró a su secretario. —¿Dónde está? — En la acera, Su Santidad. Ha venido en taxi. — ¿Es un sacerdote? — Sí, Santidad. El patriarca suspiró. — Hazle entrar. Puedes volverte a la cama. Le recibiré en mi estudio dentro de diez minutos. El guardia cosaco que hacía el turno de noche recibió una orde

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